escrito hace mucho, mucho tiempo.

que dulce resulta tu mirada en el sofá, cuando te da el sol en la cara, cuando hemos perdido del todo la ropa, cuando la piel brilla y no es porque sea su color, sino más bien el calor. que bonito añorarte cada noche, cada una que pasa más y más, a estas alturas, habiéndonos dejado morder un pedacito del paraíso allá por abril, y ahora nos dejan así. me muero por pasar una sola noche contigo, por dormir abrazados y no tener que conformarme con soñar que no queda ni un milímetro entre tu piel y la mía, no conformarme con un mensaje de buenas noches ni de buenos días, ni correr a la puerta cuando llegas tarde. no quiero conformarme con nada. quiero más. mucho más. quiero oir tu voz al acostarme, al despertarme, al ducharme, al comer, cada segundo. te necesito. mi vida es tan tan perfecta contigo que hasta me asusta. ya me demostré que no podía vivir sin ti aunque no quisiera reconocerlo y cada día que pasa me atas más a tu alma. las últimas veces que nos fundimos en uno, fue mucho más que eso, nos transformamos por un rato en el placer del otro, en las ganas, en la pasión. ahora es cuando yo me río de las discusiones a los tres meses, de la pérdida de la magia y de la desaparición de la pasión. el que dijo eso no nos conocía. y que poquito llevamos juntos, y a mí me parece una vida, y si fuera una vida y me muriera ahora, me moriría siendo la mujer más feliz del mundo y amándote con todas mis fuerzas. ahora es cuando yo me voy y me conformo con soñarte, eso sí, dulces sueños. muy dulces.

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